miércoles, 29 de marzo de 2017

Comienzos de la era cristiana

El judaísmo, punto de partida del cristianismo: 

Los relatos sobre la vida y doctrina de Jesucristo están presentes en
los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, escritos por los apóstoles
Mateo, Marcos, Lucas y Juan, respectivamente. En ellos se relata que,
durante el mandato del emperador Octavio Augusto (27 a.C. a 14 d.C.),
el territorio de Palestina constituía la provincia más oriental del Imperio
romano. El pueblo hebreo habitaba en esa región y, a pesar de haber sido
sometido durante siglos por egipcios, asirios, babilonios, persas, griegos
y romanos, mantenía su creencia monoteísta y mesiánica, representada
en un dios único supremo, creador del universo. En aquel entonces el
judaísmo sufría en su interior una división, y tres corrientes religiosas
rivalizaban entre sí:

Saducedos: Clase conformada por los sacerdotes y las personas
privilegiadas. Dominaban el Sanedrín y mantenían buenas relaciones
con los romanos.

Fariseos o escribas: Tenían mayor apego a su religión y esperaban
la llegada del Mesías. Se oponían al espíritu aristocrático de los saduceos.

Esenios o piadosos: Profesaban un estilo de vida humilde, de gran
sacrificio y meditación.

Jesús, figura central del cristianismo:

De acuerdo con la tradición cristiana, en este marco histórico
(año 753 de la fundación de Roma), en Belén, poblado de Judea, nació
Jesús. Según relatos bíblicos, la infancia y juventud de Jesús transcurrieron
en Nazaret, Galilea. A los 30 años fue bautizado por Juan el Bautista,
quien lo proclamó ante el pueblo judío como el Mesías, el hijo de Dios.

A partir de ese momento, Jesús comenzó su
predicación, la cual duró tres años. Recorrió
Galilea, Samaria y Judea acompañado de sus
discípulos, a quienes llamó apóstoles. Pregonó
una doctrina orientada a la salvación
de las almas con un lenguaje sencillo, lleno
de parábolas, para que las personas humildes
comprendieran sus ideas.

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Jesús: el hijo de Dios:

Desde la perspectiva cristiana, Jesús vino al mundo con una misión:
cumplir el pacto entre Dios y la especie humana, que se sellaría con
el sacrificio del Mesías y la aceptación por parte de hombres y mujeres
de una nueva filosofía de vida. Para cumplir su misión, el enviado trajo
a la Tierra un mensaje, que se enfoca en cuatro aspectos fundamentales:

La existencia de un Dios único y misericordioso que envió a su hijo
a la Tierra para que los pecados de los seres humanos fuesen perdonados

El amor como principio definitorio de la conducta humana

La esperanza de salvación y de resurrección a la vida eterna

La igualdad y fraternidad de todos los seres humanos, hijos e hijas
del mismo padre: Dios

Pero la mayoría de los judíos no reconoció a Jesús como el Mesías,
pues esperaban un salvador que manifestara su poder, los liberara
de la opresión del Imperio romano y restableciera el esplendor de Israel.
La oposición se agudizó cuando Jesús se enfrentó a saduceos y fariseos,
quienes veían en su mensaje un peligro para la estabilidad de sus dogmas.
Por ello fue acusado ante el Sanedrín, y condenado a muerte por haberse
proclamado hijo de Dios.

Luego de ser sentenciado por Poncio Pilatos, procurador romano entre
los años 26 y 36 d.C., Jesús de Nazaret fue crucificado en el monte
Calvario, una colina en las cercanías de Jerusalén.

La labor de los apóstoles:

Poco después de la muerte de Jesús, los apóstoles empezaron a predicar
su doctrina y la fe en la resurrección: Pedro, el primer apóstol, predicó
en Roma; Santiago el Menor evangelizó a los hebreos; Pablo de Tarso
extendió el cristianismo por Asia Menor, Grecia y España.

A la rápida difusión de la nueva doctrina contribuyeron tres factores:
la unidad política y lingüística establecida por Roma, la integridad moral
del cristianismo frente a la disolución de las costumbres romanas
y el escepticismo de la sociedad pagana.

Antes de la caída del Imperio, la religión cristiana había desbordado
sus fronteras y se había arraigado en pueblos muy diferentes. De
este modo, la Iglesia sobrevivió al derrumbe del mundo clásico, y
se convirtió en depositaria de todo su legado cultural.

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Jesús y los 12 apostoles

De la persecución al triunfo:

La sociedad romana pronto se mostró irreconciliable con 
el cristianismo. Las autoridades veían en la nueva religión una 
oposición al culto del emperador, pilar en el que se basaba la 
cohesión del Imperio romano. De este modo, en el año 64 d.C., 
el emperador Nerón (54-68 d.C.) decretó la primera persecución 
contra los cristianos, en la que murieron los apóstoles Pedro 
y Pablo. Esta situación de persecución a los cristianos se prolongó, 
especialmente bajo el gobierno de los emperadores Decio 
(249-251 d.C.) y Diocleciano (284-305 d.C.).

Aun así el cristianismo se extendió progresivamente por todo 
el Imperio romano; y a principios del siglo IV d.C. había 
cristianos de todas las clases sociales y algunos ocupaban cargos 
administrativos. Finalmente, Constantino (306-337 d.C.) 
promulgó el Edicto de Milán (313 d.C.), que otorgaba plena 
libertad de actuación a la Iglesia católica, la que resultó de la 
expansión de la fe cristiana por todo el Imperio gracias al papel 
de los apóstoles. Los sucesivos emperadores, a excepción 
de Juliano El Apóstata (355-363 d.C.), protegieron y difundieron 
el cristianismo e hicieron desaparecer los últimos restos de las 
creencias paganas. En el año 380 d.C., y bajo el gobierno de 
Teodosio (378-395 d.C.), el catolicismo fue proclamado religión 
oficial del Imperio romano.

Los primeros católicos no solo tuvieron que luchar contra 
las persecuciones, sino también contra los enemigos que nacían 
en el propio seno de la religión. Dentro de la Iglesia surgieron 
corrientes que alteraban la interpretación de la doctrina 
de Jesús. La Iglesia reaccionó contra ellas y se fi jaron fórmulas 
que precisaban la fe cristiana. A ello contribuyeron los papas 
y los concilios ecuménicos. 

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