miércoles, 29 de marzo de 2017

Civilizaciones del Cercano Oriente: Los fenicios, los hebreos y los persas

Un espacio geográfico estratégico: 

Fenicios y hebreos fueron parte de un conjunto de civilizaciones que
ocuparon la costa oriental del Mediterráneo hacia el año 1200 a.C.
Esta zona, también llamada corredor sirio-palestino, no tenía muchos
recursos económicos, pero era el paso obligado de las rutas comerciales
entre Mesopotamia y Egipto.

Los fenicios se asentaron en la parte norte de la región, entre el mar
y los montes del Líbano. La estrecha franja que constituía su territorio
tenía abundantes bosques de cedro, pero no era apta para la agricultura,
lo cual los impulsó a la actividad marítima. Los hebreos, por su parte,
se establecieron al sur de la región.

Los fenicios:

Los fenicios habitaron en la franja costera de Canaán, en el territorio
que actualmente corresponde al Líbano, parte de Siria e Israel. Hacia
el año 1000 a.C., la organización política de los fenicios presentaba
las siguientes características:

El territorio estaba dividido en ciudades-Estado, como Biblos, Sidón
y Tiro, que ejercieron alternativamente su preponderancia sobre
las demás.

Su sistema de gobierno era la monarquía, que en ocasiones era
sustituida por el poder que el Consejo de Ancianos confería
a dos magistrados, conocidos como sufetes.

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mapa de la zona fenicia
Otras características de la civilización fenicia fueron:

Perfeccionaron la navegación e impusieron su supremacía 
comercial en el Mediterráneo.

Fundaron prósperas colonias comerciales, como Gadir (hoy Cádiz). 
También abrieron la ruta del estaño hacia las Islas Británicas.

Sirvieron de intermediarios culturales entre Oriente y Occidente. 
Su mayor aporte fue el alfabeto de veintidós signos, antecedente 
de los alfabetos griego y latino, de los cuales se deriva el alfabeto 
que se utiliza actualmente en español.

Los hebreos:

Los hebreos eran un conjunto de pueblos de pastores que, hacia 
el año 1800 a.C., migraron de Mesopotamia a Canaán (actual 
Palestina), con el liderazgo del patriarca Abraham. Cien años 
después, algunos pueblos hebreos se unieron a los hicsos cuando 
estos invadieron Egipto. Cuando los hicsos fueron expulsados los 
hebreos se convirtieron en esclavos. Sin embargo, en el siglo 
XIV a.C., se liberaron y retornaron a Canaán liderados por Moisés.

Una vez en Canaán, los hebreos sometieron a los nativos 
y se organizaron en doce pueblos –las doce tribus de Israel– 
dirigidos por jefes políticos, militares y religiosos llamados jueces. 
Hacia finales del siglo XI a.C., los hebreos establecieron una 
monarquía, cuyos reyes más notables fueron David y Salomón. 
Durante el reinado de este último, el país alcanzó su mayor 
desarrollo. Sin embargo, al morir Salomón, alrededor del año 
930 a.C., su imperio se dividió en dos reinos: el de Israel, cuya 
capital era Samaria; y el de Judá, que conservó como capital 
a Jerusalén.

Hacia el año 722 a.C., Israel cayó ante el poder asirio. Judá, por 
su parte, fue conquistada por el Imperio neobabilónico en el año 
586 a.C. Los hebreos fueron deportados a Babilonia, donde 
estuvieron cautivos hasta el ascenso del Imperio persa.

Etapas del pueblo hebreo:

Etapa patriarca: Comprende la época de Abraham, la expulsión de 
Egipto, la peregrinación por el desierto guiados por Moisés, la 
entrega de los mandamientos que Dios les hizo en el monte Sinaí
 y el retorno a la Tierra Prometida.

Etapa federativa: Se inició con el patriarcado de Josué. La lucha
de las doce tribus de Israel contra los filisteos finalizó con 
la implantación del poder unificador de Gedeán, Sansón 
y Samuel.

Etapa monárquica: Destacan los reinados de David y de Salomón, 
el establecimiento de Jerusalén como capital, la división del
territorio en los reinos de Judá e Israel, el dominio babilónico 
y la diáspora.

Los persas: nacimiento, esplendor y caída 
del Imperio: 

Para el año 1500 a.C., los medos y los persas, pueblos de origen 
indoeuropeo, se establecieron en la meseta del actual Irán, ubicada entre 
el mar Mediterráneo y el río Indo. Al norte se instalaron los medos; 
al sur, los persas.

En el siglo VII a.C., los medos lograron cierta unidad, se impusieron 
a los persas y su rey Ciaxares (625-588 a.C.) derrotó a los poderosos 
asirios. Poco después, Ciro “el Grande” (550-530 a.C.), noble persa 
de la familia de los arqueménidas, unificó a su pueblo, sometió a los 
medos y se convirtió en el verdadero creador del Imperio.

Ciro “el Grande” extendió sus conquistas por Mesopotamia, tomó 
Babilonia y llegó hasta las colonias griegas de Asia Menor. Su política 
de tolerancia con los vencidos contribuyó a afianzar estas conquistas. 
Cambises (530-521 a.C.), hijo de Ciro, prosiguió la obra de su padre 
y conquistó Egipto.

Los persas alcanzaron su esplendor con Darío I (521-486 a.C.), quien 
dominó a todos los pueblos de Oriente y fue el gran organizador 
del Imperio. Lo dividió en provincias o satrapías, gobernadas por sus 
respectivos  , quienes recaudaban impuestos y administraban 
justicia. Para evitar su excesivo poder, gobernaban con ellos un jefe 
militar y un secretario real. A su vez, todos eran controlados por unos 
inspectores reales llamados “ojos y oídos del rey”. Esta organización fue 
posible gracias a una amplia red de caminos y a la estricta recaudación 
de impuestos de la que únicamente estaban exentos los persas.

La sublevación de las colonias griegas de Asia Menor dio inicio a las 
Guerras Médicas, en las que los persas fueron derrotados. Poco después, 
a finales del siglo IV a.C., Alejandro Magno conquistó el Imperio persa.

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mapa persa
La cultura persa: 

La cultura de los persas recibió la influencia de los pueblos sometidos, 
especialmente de los egipcios y los mesopotámicos. Ello explica el gran 
parecido en la arquitectura de estas civilizaciones.

La religión persa inicialmente fue politeísta y se centraba en la adoración 
de dioses relacionados con fenómenos de la naturaleza. Luego fue 
implantado el mazdeísmo dualista, cuyo profeta era Zoroastro 
o Zaratustra (660-580 a.C.), y se basaba en el texto sagrado 
de Zend Avesta. El dios supremo era Ormuz (dios del bien), 
cuyo ojo era el Sol. El principio de contradicción era Ahrimán, 
con el que se justificaba la presencia del mal en el mundo.

La luz, la tierra y el fuego eran considerados símbolos del bien 
y, por tanto, eran sagrados: por respeto a estos elementos los 
cadáveres no se incineraban o enterraban, sino eran abandonados 
en el desierto. Sólo los reyes podían construir sus tumbas en la roca.

Los persas expresaban su arte en la construcción de ciudades con palacios 
y recintos suntuosos, donde reunían elementos de la arquitectura asiria, 
egipcia, griega e india. De los asirios tomaron las edifi caciones en terrazas 
y los toros alados con cabezas humanas; con los egipcios y los griegos 
aprendieron a usar las columnas.

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